
En pleno corazón del Somontano se sitúa la aldea conocida en aragonés como Os Corrals o en castellano como Los Corrales, topónimos que usaremos aquí indistintamente. Se emplaza al noreste de Buera, dentro del municipio de Santa María de Dulcis, ya casi en el límite con el de Colungo. El acceso es muy sencillo, puesto que podemos llegar por medio de una pista que nace a la izquierda del camino que se dirige al santuario de Nuestra Señora de Dulcis. En total, unos 3 kilómetros desde Buera.
Sin embargo, hasta que no alcanzamos la aldea no podemos divisarla, ya que la vegetación lo impide. El paso del tiempo ha sido implacable con este viejo caserío que se ha transformado en un amasijo de ruinas, escombros y maleza. Todo se halla desdibujado y desfigurado. Por fortuna, en los últimos años se ha procedido a la limpieza del torno y del interior del núcleo, lo que facilita extraordinariamente su visita, aunque la entrada a las casas resulta prácticamente imposible.
Lo recóndito del lugar se refleja en una copla en aragonés que se cantaba en el sobrarbense valle de Vio, que hacía referencia a los pastores que bajaban a tierra baja y que recogió Migalánchel Martín Pardos de la boca de Chusta Clemente (Ceresuela, 1896 – Monzón, 1992): Yo sí que he corrito tiarras / qu’he estato en San Pelegrín, / en Buera y en Os Corrals / y en o Mesón de Sebil.
El primer registro que encontramos de Los Corrales se remonta a 1239, puesto que aparece en la documentación de la colegiata de Santa María de Alquézar. Más tarde, en 1251, figura como parte del concello de Alquézar y aldeas, cuyo representante o jurado era Esteban de Los Corrales, quien ya lo era en 1239. En 1495 en el censo de Buera se cita un propietario de apellido Serué en Los Corrales. En 1834 Buera y Los Corrales se constituyeron como ayuntamiento, aunque en 1975 se unió al de Huerta de Vero para formar el municipio denominado Santa María de Dulcis. En cualquier caso, popularmente se le ha considerado siempre como aldea de Buera.
La población de Os Corrals siempre fue escasa: en 1857 contaba con 29 habitantes y en 1887 con 27. Durante el siglo XX figuró únicamente en los nomenclátores de 1920 con 7 habitantes y de 1930 con 8 residentes. Sabemos los nombres de algunos de estos habitantes (varones mayores de 25 años) en su mayor apogeo poblacional por medio del censo electoral de 1890. Son los que, incluyendo la edad entre paréntesis, citamos a continuación: Mariano Andreu Gil (75), Pablo Andreu Cosculluela (26), José Cereza Pardina (46), Antonio Jaime Altemir (36), Claudio Lisa Naya (40) y Claudio Lisa Castillón (73). En el censo de 1920 solo figuraba Gregorio Lisa Trallero (32). Como curiosidad, sabemos, gracias a la labor investigadora de Pedro Arnal Cavero, que sus pobladores recibían el mote de gallos.
La vida en esta aldea no debió de ser fácil, ya que carecía de servicios básicos imprescindibles como la luz eléctrica o el agua corriente. A ello hay que sumar la falta de abastecimientos y recursos, pues la dependencia, en este sentido, era absoluta de Buera. Por el contrario, el caserío sobresalía en la producción de vino y, sobre todo, de aceite.
Os Corrals está compuesto por cinco casas: Lueza, Macario, Palacio, Naya y Pepa. Entre todas ellas, es casa Lueza la que se mejor se mantiene y todavía se puede contemplar parte de su interior, pese al estado avanzado de ruina.
Por su parte, Ramón Miguel, de Buera, recuerda ver en los años 50 habitada solamente casa Naya, donde vivía permanentemente el matrimonio formado por Martín Lisa, heredero de la casa, y Carmen Bestué, que no tuvo descendencia. Unos años después de quedar viuda, Carmen compró casa Molinero de Buera y bajó allí a vivir. Asimismo, por aquel entonces, casa Palacio se mantenía en un estado precario y casa Pepa ya estaba en ruinas. La última casa que se cerró definitivamente fue la de Macario. Aun después de la despoblación, hasta los años 80, en las casas Lueza, Naya y Macario se alojaban temporalmente durante varios meses para llevar a cabo diversas tareas agrícolas como la recogida de la oliva, la vendimia y el trabajo de la tierra.

Por otro lado, uno de los elementos que mayor interés presenta es el torno o almazara, que se halla a escasos metros del núcleo, y cuyo acceso es a través de una senda que, en ligero descenso y en escasos minutos, nos conduce hasta él. Por fortuna en los últimos años ha sido acondicionado y, consecuentemente, su interior ha sido limpiado, aunque la techumbre ha caído. No obstante, todavía permanecen, entre otros componentes, el ruello y la prensa de hierro. La existencia de este torno nos da idea de la importancia que ha tenido la oliva en este territorio. Además, hay que señalar los restos en la fachada de un reloj de sol acompañado de una fecha (1880) y una inscripción que dice: En el año 1920 trabajaron en este molino los operarios siguientes. Remundo Monclús y Leandro Mur.
También son destacables la presencia en el núcleo de un trujar en casa Lueza o de diversos pozos como el de Naya, que era de piedra y del cual extraían agua. Igualmente permanecen varios toneles de vino en casa Macario.
En otro orden de cosas, sorprende especialmente que no haya ninguna iglesia ni lugar de culto, por lo que los lugareños seguramente asistirían a la iglesia de Buera y al cercano santuario de Dulcis. De hecho, Pedro Arnal Cavero cita en los dichos de la romería a los vecinos de los pueblos que acudían y, entre ellos, se encuentran los de Los Corrales. En cualquier caso, no es descartable que en alguna casa hubiera habido alguna capilla. En cambio, sí sabemos que los fallecidos los bajaban a enterrar en Buera.
Pese a décadas de abandono y una memoria oral que se disipa, todavía perviven algunas anécdotas como que, tal como nos relata Dulcis Gramisel, músicos de Buera en su juventud, durante los años 30 del siglo pasado, amenizaban con música los fines de semana de la aldea. Uno de los motivos era para ver y cortejar con las chicas que tenían fama de ser muy guapas. Uno de estos músicos era Emilio Gramisel Torres, de Buera y nacido en 1918, que tocaba la guitarra, el violín y la bandurria.
Por último, queremos agradecer las informaciones proporcionadas por Ramón Miguel y Dulcis Gramisel, ambos de Buera, sobre este bello rincón del Somontano.
Por Alberto Gracia Trell * Queda prohibida toda reproducción sin permiso escrito del autor y del editor a los efectos del artículo 32 de la Ley de Propiedad Intelectual Por Ronda Comunicación – 16 julio 2021